Construyendo la bioética
Un poco de historia de la bioética
1.
En 1927, un teólogo protestante, Fritz Jahr, utiliza por primera vez el
término ‘bioética’, al titular con ese término un artículo que publica
en la revista Kosmos: “Bio-Ethica: Una revisión de las relaciones éticas
de los humanos con los animales y las plantas” en donde sugiere
considerar a todo ser vivo como un fin en sí mismo y tratarlo como tal
en la medida de lo posible. El sentido de esta expresión es que animales
y plantas merecen respeto, y que al igual que hombres y mujeres tienen
que considerarse como fines.
2. En 1971 Tanto Potter como el
“Instituto Kennedy para el estudio de la reproducción humana y bioética”
usaron el vocablo Bioética, independientemente uno del otro; pero el
mérito de haber acuñado el término y haberla usado por primera vez, es
del bioquímico Rensselaer van Potter, en su artículo publicado en el
otoño de 1970 “Perspectivas en Biología y Medicina”; poco tiempo después
el artículo “Bioética” en la revista Bio-ciencia y finalmente, en enero
de 1971, en el libro “Bioética: puente hacia el futuro”.
3. Potter
concibió la bioética como una nueva disciplina, que combinaría los
conocimientos biológicos (bio) con el conocimiento de los sistemas de
valores humanos (ética). La nueva disciplina debería construir un puente
entre estas dos culturas, la cultura de las ciencias naturales y la
cultura de las humanidades, superando la brecha que existe entre ellas.
Un diálogo entre dichas ciencias parece imposible, pero es inaplazable,
porque lo que está en juego es la supervivencia de la especie humana en
este planeta, así como la de las naciones y de las culturas.
4. La
visión de la bioética que se desarrolla en Georgetown, en un contexto
universitario interdisciplinario, es distinta de la de Potter.
Hellegers, el principal responsable de la fundación Kennedy hace de la
bioética una rama de la ética ordinaria, aplicada al reino de la
medicina. Los estudiosos del Instituto Kennedy centraron su atención en
los problemas biomédicos, más cercanos a la vida cotidiana y a las
preocupaciones de la gente, al menos en los años 70 y 80: la relación
personal médico paciente, la ética de la experimentación, el aborto, la
ética del final de la vida, los trasplantes de órganos, etc.
5. Sin
embargo, se puede constatar una convergencia entre la visión de Potter y
la de Hellegers, en cuanto al llamado enfoque “global” de la nueva
disciplina. La bioética debería ser una ética para el bien de todo el
planeta y debería ocuparse de todas las cuestiones en el ámbito de las
ciencias de la vida, tanto biomédicas como ambientales.
Factores que contribuyeron al nacimiento de la bioética
6.
La transformación científica: el alumbramiento de la nueva medicina. En
la segunda mitad del siglo XX, las ciencias médicas han tenido un
desarrollo extraordinario, un crecimiento explosivo de la medicina.
7.
Los cambios culturales y políticos. En la década de los 60 floreció un
conjunto de movimientos que tendían a la búsqueda de una nueva cultura,
basada en la libertad, la justicia y la igualdad. Los movimientos
pacifistas en estados Unidos, los movimientos de liberación política y
económica en el Tercer Mundo, cuestionamiento del establishment, las
protestas estudiantiles, una desconfianza hacia las instituciones. La
bioética no se puede entender si prescindimos de ese fermento cultural.
El nacimiento de la bioética no se hubiera dado sin el contexto de esa
nueva cultura de la autonomía y de la igualdad.
8. Los abusos en la
investigación científica. Para comprender el nacimiento de la moderna
bioética, podemos comenzar esta historia con los horrores de los
experimentos realizados por los científicos de la época nazi. La
exposición pública de dichos abusos e el juicio de Nuremberg, al
finalizar la segunda guerra mundial, estimuló el deseo de impedir que se
repitieran situaciones semejantes. El llamado Código de Nuremberg abrió
el camino a la formulación de normativas más precisas para proteger la
integridad de los sujetos humanos en la experimentación biomédica.
Pero
también en Estados Unidos salió a la luz pública una serie de
investigaciones científicas moralmente problemáticas. Probablemente el
más conocido y cruel de todos sea el tristemente famoso estudio de
Tuskegee. El experimento comenzó en 1932 y continuó hasta 1972, cuando
la prensa nacional se enteró y lo dio a la publicidad. La toma de
conciencia sobre esta problemática dio origen a lo que se podría llamar
un comité nacional de ética, con la tarea de llevar a cabo una amplia
investigación que identificara los principios éticos fundamentales para
la orientación de la investigación biomédica con sujetos humanos. La
Comisión trabajó desde 1975 hasta 1978. Como fruto de ese trabajo se
identificaron tres principios fundamentales: respeto por las personas,
beneficencia y justicia, contenidos en famoso Informe Belmont, publicado
en 1979.
9. Interés por la ética normativa. Muchos filósofos
insatisfechos con la esterilidad de la meta-ética a la que se limitaba
la filosofía del neo-positivismo lógico, y deseosos de contribuir a los
inquietantes problemas sociales y políticos de la época, como la
igualdad social y la guerra de Vietnam, comenzaron a interesarse en la
ética normativa. Uno de los primeros filósofos en interesarse por los
temas de lo que vendría a ser la bioética fue Hans Jonas.
Una definición de Bioética
10.
Una definición o caracterización podría ser: la bioética es el estudio
sistemático e interdisciplinar de las acciones del hombre sobre la vida
humana, vegetal y animal, considerando sus implicaciones antropológicas y
éticas, con la finalidad de ver racionalmente aquello que es bueno para
el hombre (actual), las futuras generaciones y el ecosistema. La
bioética tiene muchos ámbitos de estudio entre los que se pueden señalar
tres: la bioética fundamental, la bioética especial y la bioética
clínica o bio-jurídica:
Otro punto importante es el de Principios y reglas en Bioética
11.
Los principios son más generales que las reglas y sirven para
justificarlas. Las reglas quedan especificadas en los contextos y son
más restrictivas en su alcance. Los cuatro principios fundamentales son:
Principio
de respeto de la autonomía: la autonomía personal se refiere a la
capacidad que tienen las personas para autodeterminarse, libres tanto de
influencias externas que las controlen, como de limitaciones personales
que les impidan hacer una genuina opción.
Principio de
no-maleficencia: afirma, esencialmente, la obligación de no hacer daño
intencionalmente. Se suele relacionar con la máxima hipocrática del
“primum non nocere” (lo primero es no causar daño).
Principio de
beneficencia: La beneficencia positiva nos obliga a obrar benéficamente a
favor de los demás. La beneficencia en el sentido de utilidad nos
obliga a contrapesar los beneficios y los inconvenientes estableciendo
el balance más favorable posible.
Principio de Justicia: La justicia
tiene que ver con lo que es debido a las personas, con aquello que de
alguna manera les pertenece o les corresponde. Cuando a una persona le
corresponde beneficios o responsabilidades en la comunidad, estamos ante
una cuestión de justicia. El principio formal de justicia (o igualdad)
es la fórmula: “casos iguales se deben tratar igualmente y casos
desiguales se deben tratar desigualmente”.
Por lo que toca a las
reglas, pueden justificarse ya sea en un solo principio o en la
combinación de varios. Ellas son las reglas de veracidad, privacidad,
confidencialidad y fidelidad. Esta es la teoría que ha representado el
punto de referencia obligado de los teóricos de la bioética y fue
propuesta por Tom. L. Beuchamp y James F. Childress en 1979, asumiendo
los principios fundamentales del Informe Belmont de 1978.
12. En
otro contexto como el latinoamericano, sobre el mismo tema de principios
y reglas, encontramos la contribución de Manuel Atienza en el artículo
“Juridificar la bioética”. Su propuesta se puede entender a partir de
dos premisas básicas: la aceptación de un objetivismo moral (que no es
lo mismo que el absolutismo moral) y una ordenación de principios
primarios y secundarios.
En cuanto a la primera premisa; no parece
haber inconveniente en aceptar que se puede lograr un consenso profundo
con respecto a las necesidades básicas que demanda cualquier ser humano –
para nuestro caso, en materia de salud y medicina- y que tales
necesidades no son objeto de negociación, ni de acuerdos mayoritarios,
ni sujetas a los valores culturales de una comunidad. También estaremos
de acuerdo con que las exigencias de satisfacción de tales necesidades
es una condición necesaria para el ejercicio de la autonomía personal;
que los hombres tienen derecho a no ser dañados en sus intereses vitales
y tienen el deber de no dañar a los demás al impedir la satisfacción de
sus necesidades básicas o de sus intereses vitales, y que la
consideración igualitaria de las personas en sus exigencias de cuidado y
de salud supone el rechazo de cualquier trato discriminatorio por
razones de sexo, raza, convicciones religiosas, etc. En síntesis, los
principios normativos de autonomía, beneficencia, no-maleficencia e
igualdad no se construyen arbitrariamente, ni se proponen
dogmáticamente, sino que se levantan sobre la aceptación de un dato
cierto: el reconocimiento y la exigencia de satisfacción de las
necesidades básicas.
13. Atienza propone considerar los siguientes
cuatro principios normativos: autonomía, dignidad, igualdad e
información. Estos principios responden a las siguientes preguntas: a)
¿quién debe decidir (el enfermo, el médico, los familiares, el
investigador?); b) ¿qué daño y qué beneficio se puede (se debe) causar?;
c) ¿Cómo debe tratarse a un individuo en relación con los demás? Y d)
¿qué se debe decir y a quién? Ahora bien, estos cuatro principios serían
suficientes para resolver los “casos fáciles” pero son insuficientes
para los “casos difíciles”. Para éstos se requerirían principios
secundarios, y con ello pasamos a la segunda premisa:
14. Los
principios secundarios se derivan de los primarios. Ante la
insuficiencia de la autonomía habría que apelar al principio del
paternalismo justificado; de la insuficiencia del de dignidad se
apelaría al del utilitarismo restringido; de la insuficiencia de la
igualdad al del trato diferenciado y del de información al del secreto.
Como ejemplos de enunciación de los principios secundarios tenemos:
Principio de paternalismo justificado: “Es lícito tomar una decisión que
afecta la vida o la salud de otro, si este último está en situación de
incompetencia y la medida supone un beneficio objetivo para él”.
Principio del utilitarismo restringido: “Es lícito emprender una acción
que no supone un beneficio para una persona, si con ella se produce un
beneficio apreciable para otro u otros y se cuenta con el consentimiento
del afectado”. Principio de trato diferenciado: “Es lícito tratar a una
persona de manera distinta que otra, si la diferencia de trato se basa
en una circunstancia que sea universalizable y produce un beneficio
apreciable en otra u otras”.
15. No obstante, sea mediante principios
primarios o secundarios, por su carácter de “inconcluyentes”, aún no
sería posible resolver definitivamente un caso. Por tanto, además de los
principios son necesarias las reglas, es decir, “un conjunto de pautas
específicas que resulten coherentes con ellos y que permitan resolver
los problemas prácticos que se plantean y para los que no existe, en
principio, consenso”. Por lo tanto, el problema fundamental de la
bioética no sería otro, que el de pasar del nivel de los principios al
de las reglas. Este tránsito se puede ilustrar con unos ejemplos: a)
ante la situación concreta de un paciente en estado terminal vegetativo,
irreversible, el posible principio primario de la dignidad personal
debe ceder ante el principio secundario del utilitarismo restringido que
justifica la regla: “es lícita la eutanasia activa para evitar un mayor
daño a los familiares y beneficiar a terceros con los recursos
hospitalarios”; b) ante la escasez de órganos y la creciente demanda de
los mimos, el principio primario de igualdad debe ceder ante el
principio secundario del trato diferenciado que justifica la regla: “Es
lícito preferir para un trasplante (suponiendo la igualdad en otras
condiciones) al enfermo que pueda diagnosticarse una mayor cantidad y
calidad de vida”.